Por: Nathália Messina
Tradutora: Fernanda Diel
¡”La naturaleza pide auxilio!» Así describe Manoel, un residente de la comunidad de São Raimundo, en el Medio Juruá, la escena de los aracaris —aves típicas de la selva amazónica, parecidas a los tucanes— bebiendo agua del aireador de una caja de agua.
A imagem sintetiza um cenário alarmante: a seca extrema que aflige a Amazônia em 2024, declarada pela Defesa Civil estadual a pior da história em termos socioeconômicos, conforme. Com o aumento da intensidade e da frequência das estiagens severas, cresce a urgência de discutir os impactos da mudança climática na região e a crise que afeta diretamente o manejo sustentável de recursos naturais, como o pirarucu, um dos pilares da sociobioeconomia no Médio Juruá. La imagen sintetiza un escenario alarmante: la extrema sequía que azota a la Amazonía en 2024, declarada por la Defensa Civil estatal como la peor de la historia en términos socioeconómicos, según un reportaje do G1. Con el aumento en la intensidad y frecuencia de las sequías severas, crece la urgencia de discutir los impactos del cambio climático en la región y la crisis que afecta directamente la gestión sostenible de recursos naturales, como el pirarucú, uno de los pilares de la sociobioeconomía en el Medio Juruá.
La «nueva normalidad» y la cuestión de la sociobiodiversidad
El año 2024 reafirma una realidad que desde hace tiempo ha sido advertida por especialistas y comunidades amazónicas: la intensificación de eventos climáticos extremos. La sequía de este año se suma a un historial reciente de desastres ambientales y crisis de diversas índoles en la región. Sequías prolongadas, inundaciones devastadoras, deslizamientos de tierra, olas de calor, incendios forestales y nubes de humo se han convertido en fenómenos cada vez más comunes en el día a día del pueblo del norte.
En el Medio Juruá, el estudio «Mudanças Climáticas e seus Impactos na Sociobiodiversidade do Rio Juruá«, desarrollado por João Vitor Campos-Silva y colaboradores, bajo la coordinación de Sitawi, el estudio revela impactos evidentes incluso en un área preservada que incluye Unidades de Conservación, como la Reserva de Desarrollo Sostenible (RDS) Uacari y la Reserva Extractivista (RESEX) Medio Juruá. “Uno de los temas muy presentes en el discurso de la población local es que la temperatura diurna ha aumentado mucho en las últimas décadas. Algunos incluso comentan la sensación de que ‘el sol se está acercando a la tierra’, ya que antes era posible trabajar toda la mañana, pero ahora nadie puede trabajar después de las 9 o 10 de la mañana”, señala el informe. Esto tiene un impacto directo en la calidad de vida de los pobladores ribereños y en las actividades de las cadenas de sociobiodiversidad.
La baja profundidad de los ríos o la falta de agua en ciertos tramos del Juruá hace que los lugares sean inaccesibles, dificultando el transporte de productos como el pirarucú, pez símbolo de manejo sostenible en la región. Las aguas que antes permitían una navegación fluida, hoy ya no son suficientes ni siquiera para que pasen barcos cargados de hielo hacia ciertos lagos, mucho menos para los barcos cargados con las cuotas pesqueras autorizadas. La logística se ha debilitado considerablemente, sobre todo entre septiembre y octubre, aunque se espera que la creciente llegue como un repiquete para finales de este mes, posibilitando una mejora en el manejo del pirarucú, a veces con cierta normalidad, otras de manera limitada.
Según José Gomes, conocido como Coquinho, Técnico de Producción Forestal en ASPROC – Asociación de Productores Rurales de Carauari: “Hoy estamos utilizando medios de transporte más pequeños con una capacidad máxima de 20 toneladas. Estos transportes están logrando llevar la producción de las comunidades hasta la sede del municipio con dificultad. Las embarcaciones de Carauari hasta el frigorífico en Manaos y Manacapuru también tienen dificultades de desplazamiento, pero a pesar de todos los desafíos, la pesca se está llevando a cabo con restricciones. En septiembre se programó la pesca en las comunidades con menores volúmenes de captura para poder utilizar embarcaciones más pequeñas”, afirmó el técnico de ASPROC. Esto mismo continúa hasta el presente momento (18 de octubre), ya que el nivel del río ha subido muy poco, agregó en una conversación de actualización.
Además del pirarucú, otras cadenas de valor de la sociobiodiversidad, como la recolección de semillas oleaginosas, también están en riesgo. El bosque, conocido por su riqueza en productos no maderables, ha estado sufriendo la degradación causada por la pérdida de recursos hídricos, lo que ha alterado la estacionalidad y las técnicas de recolección de las semillas.
En palabras de Manuel Cunha, gestor de la RESEX Medio Juruá, en respuesta al comunitario de São Raimundo, los impactos son profundos: “El bosque ya no ofrece nada. Estos animales —aracaris, tucanes— beben agua en huecos de troncos, en parásitos; son animales que no tienen el hábito de bajar e ir a la orilla del lago a beber. Se están socorriendo como pueden [en la caja de agua], porque ya no hay agua en el bosque.”
Este escenario pone en riesgo no solo a las especies animales, sino también la supervivencia de las comunidades tradicionales que dependen de los recursos naturales para su economía y modos de vida. La población extractivista enfrenta desafíos diarios para mantener sus actividades, como la recolección de frutos, la pesca y el manejo del pirarucú, en medio de un clima cada vez más incierto.
La urgencia de acciones concretas
Frente a este panorama, la necesidad de medidas adaptativas y mitigadoras nunca ha sido tan urgente. La crisis actual refuerza el papel de las iniciativas de manejo sostenible, que a lo largo de los años han sido fundamentales para la preservación de los recursos naturales y para el mantenimiento de las cadenas productivas de la sociobiodiversidad. Sin embargo, sin un esfuerzo conjunto que incluya políticas públicas efectivas para combatir el cambio climático, el futuro de la Amazonía y de sus poblaciones sigue estando en riesgo.
La sequía de 2024 deja un mensaje claro: la Amazonía es cada vez más vulnerable, y las soluciones a estos desafíos deben ser integradas y amplias, involucrando tanto a las comunidades locales como a los gobiernos, las empresas y la sociedad civil.