Por Thiago Sanna Freire Silva (Universidade de Stirling, Reino Unido)
Traducción de Fernanda Luisa Diel
Gran parte de la Amazonia está experimentando en este momento una situación de sequía extrema. El 20 de septiembre de este año, el nivel del agua en la estación de monitoreo en Fonte Boa (AM) registró 1,7 metros por debajo del nivel medio del río entre 1979-2022¹ (Figura 1), y este nivel es prácticamente igual al observado durante otra sequía extrema en 1998. Varias imágenes y videos han circulado a través de los medios de comunicación y las redes sociales, mostrando ciudades y comunidades aisladas, barcos inmovilizados en lechos completamente secos y una gran mortandad de peces y delfines. Decenas de municipios ya han declarado el estado de emergencia², y el gobierno federal ya está estudiando medidas para mitigar los impactos de la sequía³.
Figura 1. Cidade de Tefé (AM) en el 19 de septiembre de 2021, un año bastante cercano al promedio histórico, y el 9 de octubre de 2023, durante la sequía extrema actual. Las áreas en tonos marrones y verdes en la imagen de 2023 corresponden a áreas expuestas del lecho del lago Tefé, donde la vegetación rasa se desarrolla durante la sequía.» Fonte: Planet Education and Research Program: In Space for Life on Earth. https://api.planet.com.
Cualquier persona que haya pasado algún tiempo en la región amazónica sabe que los ríos, lagos e igarapés son las arterias de la Amazonia, conectando a la mayoría de sus más de 30 millones de habitantes mientras transportan el 20% del volumen de agua dulce de todo el planeta. Este vasto y complejo sistema hidrológico también conecta las extensas zonas de humedad (várzeas, igapós y chacos) presentes en la cuenca amazónica, que cubren un área equivalente a Chile⁴.
Estas áreas no solo son un elemento esencial de la biodiversidad y el ciclo del carbono en la Amazonia, sino que también son responsables de proveer recursos económicos y servicios ecosistémicos para la mayoría de la población amazónica, especialmente en lo que respecta a la pesca. Alterar el patrón anual de inundación y sequía en la Amazonia de esta manera es perturbar todos los aspectos de la vida humana, animal y vegetal de la región. Y la sequía no afecta solo a los sistemas acuáticos. Varias investigaciones han demostrado cómo los extensos bosques terrestres que cubren la cuenca amazónica son particularmente dependientes del régimen de precipitación y vulnerables a los efectos de eventos extremos como la sequía que hemos observado en las últimas semanas⁵.
Ante este escenario, surgen tres grandes preguntas: primero, ¿qué tan extrema es la situación de sequía de este año? Segundo, ¿cuáles son sus causas? Y por último, ¿qué podemos esperar en el futuro en términos de eventos extremos similares?
Las respuestas a estas preguntas no solo nos permiten comprender mejor los eventos actuales en la Amazonía, sino también reflexionar sobre el futuro del ecosistema tropical húmedo más grande y diverso del planeta.
Podemos comenzar nuestras respuestas desde las causas: al igual que en 1998, la gran reducción en el volumen de lluvias que está ocurriendo actualmente en la región amazónica se debe principalmente al fenómeno conocido como El Niño. Este nombre se refiere a un fenómeno de calentamiento excesivo de la superficie del Océano Pacífico, que termina afectando la circulación de los vientos, nubes y humedad en todo el planeta, especialmente en las Américas.
En Brasil, los eventos de El Niño traen sequías a las regiones Norte y Nordeste del país, y lluvias intensas en las demás regiones. El fenómeno opuesto (enfriamiento de la superficie oceánica), llamado La Niña, también tiene efectos opuestos en las regiones del país. Esto tiene sentido, ya que debe haber un equilibrio: la lluvia que deja de caer en un lugar necesariamente debe precipitarse en otro.
El fenómeno El Niño de este año promete ser uno de los más intensos desde 1950, con anomalías de temperatura de hasta 5 grados Celsius por encima de la media. Intensidades similares se observaron durante los años de 2014-2015 e 1997-1998⁶, que también corresponden a sequías históricas en la región amazónica. Sin embargo, no solo la temperatura del Océano Pacífico influye en el clima amazónico. Dos de las sequías más grandes jamás registradas (2005 y 2010) fueron causadas principalmente por el aumento de la temperatura en la superficie del Océano Atlántico, en lugar del Pacífico⁷.
Esto deja en claro que la temperatura de los océanos en todo el mundo afecta directamente las lluvias, inundaciones y sequías en la Amazonía. De hecho, sequías extremas también se observaron durante el año pasado, que también fue uno de los años de mayor calentamiento de los océanos jamás registrados. Cuando observamos que la temperatura de los océanos ha aumentado continuamente en las últimas décadas, y que el año 2023 en particular está rompiendo el récord anterior de calentamiento por un margen significativo (Figura 2), queda claro que debemos preocuparnos seriamente por el futuro climático de la Amazonía.
Ahora que entendemos las causas de la sequía actual, podemos responder a la primera pregunta: ¿qué tan extrema es la sequía actual?
Para esto, utilizamos como ejemplo nuevamente los datos proporcionados por la Agencia Nacional de Aguas para la estación fluviométrica (nivel del río) y pluviométrica (lluvias) de Fonte Boa, Amazonas. La Figura 3 a continuación muestra el nivel del río en todos los años desde 1977, y podemos ver cómo el año 2023 se compara con años de grandes sequías pasadas (1995, 1998, 2005, 2010 y 2022), así como un año ‘normal’ (2021).
La sequía de este año se asemeja mucho a la sequía de 1998, tanto en términos de intensidad como en la velocidad y el período de descenso del agua. En cuanto a las lluvias en Fonte Boa, los años 2010, 2022 y 2023 recibieron un 20%, un 29% y un 42% menos de precipitación respectivamente en comparación con el promedio esperado para el período. Esto demuestra que el problema de la sequía no solo afecta a los sistemas acuáticos, donde los niveles de los ríos dependen de la lluvia acumulada en toda la llanura amazónica y los Andes, sino también a los ecosistemas terrestres y la agricultura, que dependen directamente de la lluvia local.
Finalmente, podemos abordar nuestra pregunta inicial: ¿podemos seguir llamando a estos eventos ‘extremos’ o se trata de una nueva normalidad impulsada por los cambios climáticos y ambientales?
Tres estudios científicos pueden ayudarnos a comprender esta situación. El estudio realizado por Jonathan Barichivich y sus colaboradores en 2018⁸ muestra que la frecuencia de eventos extremos (sequías e inundaciones) ha aumentado de uno cada siete años a principios del siglo a uno cada dos años en la última década, con un aumento más pronunciado en la frecuencia de inundaciones extremas.
Por otro lado, un estudio publicado este año por Ayan Fleischmann, coordinador del Grupo de Análise Geoespacial do Instituto de Desenvolvimento Sustentável Mamirauá en Tefé(AM), muestra que la extensión de la zona inundada en la Amazonia ha aumentado en un 26% desde 1980⁹, y un estudio publicado por Mino Sorribas y sus colaboradores en 2016 ya preveía un aumento del 30% al 50% en el caudal máximo de los ríos y del 5% al 10% en la superficie máxima inundada en el este de la Amazonia para el año 2100, con una disminución de magnitud similar para la región oeste¹⁰.
Sí, los aumentos en el área inundada al mismo tiempo que ocurren aumentos en la frecuencia de sequías pueden parecer resultados contradictorios. Sin embargo, es importante destacar que los niveles mínimos y máximos de los ríos amazónicos varían de manera independiente. Como muestra la Figura 2, el año 2022 exhibió tanto uno de los niveles mínimos más bajos (sequía) de la historia como uno de los niveles de crecida más altos.
El mismo estudio realizado por Mino Sorribas muestra que, cuando se trata de caudales e inundaciones mínimas, es probable que la primera disminuya entre un 20% y un 50% hasta el año 2100 en casi toda la Amazonia, con una reducción correspondiente entre un 0% y un 10% en el área inundada. Además, teniendo en cuenta que las inundaciones extremas son tan perjudiciales como las sequías extremas, el escenario futuro que se configura a partir de estas investigaciones es realmente preocupante. Queda claro que la amplitud (diferencia entre los niveles mínimos y máximos cada año) de la precipitación, el caudal de los ríos y las inundaciones está aumentando continuamente, de modo que los eventos que antes se consideraban ‘extremos’ ahora ocurren casi todos los años, y que los nuevos eventos ‘extremos’ en este nuevo régimen serán aún más intensos.
Esta es el mensaje más importante de esta discusión: la hidrología de la Amazonia ya ha cambiado y continúa cambiando, y las políticas públicas y estrategias de gestión y planificación para las regiones amazónicas deben tener en cuenta que estos extremos han llegado para quedarse. Por ejemplo, ¿cuáles serán los impactos a largo plazo de la construcción de represas, cuando sabemos que estos proyectos alteran aún más el funcionamiento ecológico de ríos¹¹?
Se deben planificar y discutir acciones a largo plazo en todos los niveles y sectores de la sociedad si realmente esperamos adaptarnos y minimizar los impactos de esta nueva realidad. La alternativa, un colapso ecológico y socioeconómico en la Amazonía, es simplemente impensable.
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Sobre el autor: Thiago Sanna Freire Silva es profesor en la Universidad de Stirling (Reino Unido) y estudia la influencia de la dinámica espaciotemporal del paisaje en los procesos ecológicos, así como los posibles efectos del cambio climático y las actividades antropogénicas en la distribución, estructura, diversidad y fenología de las comunidades vegetales.
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¹Según datos obtenidos del sistema de telemetría de la Agencia Nacional del Agua (ANA) el 21/09/2023. Debido a un reciente ciberataque a la plataforma de distribución de datos en línea de ANA, no fue posible obtener datos más recientes sobre este asunto.
²https://agenciabrasil.ebc.com.br/geral/noticia/2023-10/sobe-para-23-total-de-cidades-em-situacao-de-emergencia-no-amazonas
³https://agenciabrasil.ebc.com.br/geral/noticia/2023-10/alckmin-e-ministros-vao-manaus-discutir-medidas-contra-seca-extrema
⁴Fleischmann, A. S. et al. (2022). How much inundation occurs in the Amazon River basin? Remote Sensing of Environment, 278, 113099. https://doi.org/10.1016/j.rse.2022.113099.
⁵Tavares, J. V. et al (2023). Basin-wide variation in tree hydraulic safety margins predicts the carbon balance of Amazon forests. Nature, 617(7959), Article 7959. https://doi.org/10.1038/s41586-023-05971-3
⁶https://origin.cpc.ncep.noaa.gov/products/analysis_monitoring/ensostuff/ONI_v5.php.
⁷Marengo, J. A., Tomasella, J., Alves, L. M., Soares, W. R., & Rodriguez, D. A. (2011). The drought of 2010 in the context of historical droughts in the Amazon region. Geophysical Research Letters, 38(12). https://doi.org/10.1029/2011GL047436.
⁸Barichivich, J. et al. (2018). Recent intensification of Amazon flooding extremes driven by strengthened Walker circulation. Science Advances, 4(9), eaat8785. https://doi.org/10.1126/sciadv.aat8785.
⁹Fleischmann, A. S., et al. (2023). Increased floodplain inundation in the Amazon since 1980. Environmental Research Letters, 18(3), 034024. https://doi.org/10.1088/1748-9326/acb9a7.
¹⁰Sorribas, M. V., et al (2016). Projections of climate change effects on discharge and inundation in the Amazon basin. Climatic Change, 136(3), 555–570. https://doi.org/10.1007/s10584-016-1640-2
¹¹Schöngart, J. et al. (2021). The shadow of the Balbina dam: A synthesis of over 35 years of downstream impacts on floodplain forests in Central Amazonia. Aquatic Conservation, 31(5), 1117–1135. https://doi.org/10.1002/aqc.3526