COMUNICACIÓN

Vivir en la comunidad: un camino de conexión y pertenencia

Por María Cunha
Traducción de Fernanda Luisa Diel

La vida en la comunidad ribereña es una experiencia única y enriquecedora. Situadas en las orillas de los ríos, estas comunidades tienen una relación intrínseca y enfrentan desafíos únicos para su subsistencia. Desde niños hasta ancianos, todos los habitantes se adaptan a las peculiaridades de esta vida. Las comunidades ribereñas se encuentran en las orillas de ríos y lagos y a menudo están geográficamente aisladas debido a la gran distancia de los centros urbanos. Se definen como un grupo de personas que comparten un espacio físico y emocional, brindándole apoyo mutuo, colaboración y preocupación, explorando los aspectos positivos y desafiantes de vivir en la selva. Además, en una comunidad, los residentes tienen la oportunidad de compartir recursos, ideas y habilidades. La diversidad de talentos y conocimientos enriquece la vida de todos, permitiéndoles aprender unos de otros y crecer juntos.

Foto: Hugo Costa

Las comunidades ribereñas tienen una profunda relación con la naturaleza. La pesca, la agricultura y la recolección de recursos naturales son algunas de las actividades esenciales para la subsistencia y los ingresos de las familias de estas comunidades. Los habitantes tienen un conocimiento íntimo de los ríos, lagos, bosques y biodiversidad locales, que llamamos conocimiento tradicional. Este conocimiento es muy importante, ya que es la forma en que los residentes aseguran su supervivencia en la selva.

Además, la construcción y el mantenimiento de una comunidad requieren esfuerzo y participación activa de todos sus miembros. Es necesario invertir tiempo y energía en fortalecer los lazos comunitarios, fomentando la colaboración y el cuidado del espacio compartido, teniendo en cuenta los desafíos que surgen en la convivencia diaria.

La rutina en las comunidades ribereñas está dictada por el ritmo de las aguas, la crecida y la bajada, que se resumen en invierno y verano, donde algunas cadenas productivas, como la extracción de aceites o la gestión del pirarucú, se desarrollan mejor en estos contextos. Estas cuestiones que abarcan la «crecida y bajada» son fenómenos que sorprenden cada nuevo año, la incertidumbre sobre cómo será el año siguiente a menudo toma por sorpresa a los habitantes, lo que resulta en la pérdida de producción agrícola que contribuye a los ingresos familiares y genera la incomodidad de adaptarse a una nueva rutina durante el período intenso. A menudo, no hay equilibrio, la naturaleza es siempre un misterio incluso para quienes viven y dependen de ella. Los habitantes de una comunidad ribereña siempre deben estar atentos y organizar estrategias para adaptarse a los cambios naturales que en los últimos años se han vuelto frecuentes y aterradores.

Foto: Andressa Scabin

 El impacto de las acciones humanas en el medio ambiente ha estado influyendo cada vez más en el calentamiento global del planeta, provocando reacciones que afectan la calidad de vida de todos los seres humanos. Este año, Amazonas enfrenta una sequía extrema que preocupa al mundo entero, donde los ríos, que son la principal vía de transporte y suministro de agua y alimentos, están reduciendo drásticamente su volumen. La navegación se vuelve cada vez más difícil, afectando el comercio local y dificultando el acceso a muchas comunidades y servicios esenciales, como la atención médica. Además, la disminución del flujo de los ríos pone en peligro la supervivencia de varias especies de peces y otros animales acuáticos, ya que muchos quedan aislados en pequeñas pozas de agua sin condiciones adecuadas para sobrevivir. La sequía también favorece la propagación de incendios forestales en la región, ya que el suelo más seco y la vegetación reseca se vuelven inflamables, lo que aumenta aún más la destrucción del bosque y afecta la calidad del aire, perjudicando la salud de la población y contribuyendo aún más al calentamiento global. La sequía actual en Amazonas es una señal de alerta sobre la necesidad de preservar y proteger este importante bioma. Esta realidad amazónica debe abordarse como un llamado a la acción, donde el compromiso y la responsabilidad de todos son fundamentales para enfrentar esta crisis climática.

Foto: Felipe Pires

La agricultura y la recolección son las principales actividades económicas en las comunidades ribereñas. Actualmente, en las comunidades tradicionales del Médio Juruá, por ejemplo, ya se están considerando ideas significativas e importantes para aumentar los ingresos familiares y la biodiversidad de la Amazonía, vinculadas al desarrollo sostenible de las comunidades. Esto se refiere a la pesca sostenible del pirarucú, una iniciativa que ha cambiado la realidad de las familias ribereñas en esta región, promoviendo el desarrollo social y ambiental para lograr una mejor calidad de vida para todos.

En un contexto comunitario general, los residentes utilizan técnicas tradicionales, como la pesca con redes y trampas, para garantizar su sustento. Además, la agricultura familiar desempeña un papel importante, especialmente en la producción de alimentos como la mandioca, plátanos y maíz. El intercambio de productos entre los residentes es común, lo que promueve la economía local y la solidaridad entre vecinos.

Vivir en comunidad nos recuerda que las personas son parte de algo más grande que ellas mismas. La importancia de la empatía, la solidaridad y el respeto mutuo es evidente. La organización comunitaria, en colaboración con sus líderes, tiene como objetivo lograr objetivos y crear un ambiente acogedor y armonioso.

La educación en las comunidades es un desafío, pero también una oportunidad de aprendizaje. A menudo, las escuelas están ubicadas en áreas remotas, lo que exige a los estudiantes largas caminatas o desplazamientos en barco o canoa para llegar allí. Esta es una realidad en algunas comunidades ribereñas en general, pero muchas han superado estos desafíos con el tiempo gracias a la determinación y el apoyo de las familias, maestros y defensores de la educación. Debido al aislamiento geográfico, las comunidades ribereñas a menudo enfrentan desafíos de infraestructura, como la falta de acceso a servicios básicos como electricidad, agua potable y saneamiento. Actualmente, algunas comunidades del Médio Juruá han avanzado significativamente en su desarrollo, incluyendo aspectos como la educación, el saneamiento, la infraestructura y el acceso a beneficios sociales, con el apoyo de instituciones y organizaciones comunitarias.

La cultura local es fundamental para el conocimiento tradicional de los residentes, que confían en la medicina de la selva para la curación. Sin embargo, el acceso limitado a servicios de salud es otro desafío que enfrentan los residentes. Las políticas públicas dirigidas a la atención de la salud de las comunidades tradicionales suelen ser limitadas. En su mayoría, los residentes solo cuentan con agentes comunitarios de salud capacitados y a menudo deben buscar recursos en la ciudad cuando es necesario, incluyendo medicamentos y atención médica. Este sigue siendo una realidad en muchas comunidades.

El transporte es otro gran desafío para las comunidades ribereñas, ya que la principal vía de acceso es fluvial y el desplazamiento es en barco. A menudo, se requieren largas distancias para acceder a servicios básicos y oportunidades. Además, la comunicación es limitada, con una escasa o nula cobertura de telefonía e internet. Sin embargo, en la actualidad, algunas comunidades ya tienen acceso a la conectividad, aunque sigue siendo un proceso limitado. Esto permite que las comunidades accedan a noticias de todo el mundo, utilicen plataformas educativas y realicen algunos trabajos.

La preservación ambiental es un factor importante, ya que las comunidades ribereñas dependen directamente de los recursos naturales que las rodean para su sustento. Por lo tanto, la conciencia sobre la importancia de la conservación de los ecosistemas y la adopción de prácticas sostenibles son esenciales para garantizar la supervivencia a largo plazo de las comunidades ribereñas. La cultura ribereña es rica y diversa, y los residentes conservan tradiciones ancestrales transmitiendo danzas, canciones y leyendas de generación en generación. Las festividades comunitarias son comunes y generalmente se centran en un santo patrón que la comunidad considera importante. Estas festividades fortalecen los lazos de pertenencia entre los miembros de la comunidad y promueven un sentido de comunidad.

Foto: Hugo Costa

Para superar estos desafíos, es fundamental que las políticas públicas reconozcan y valoren el papel de estas comunidades en la conservación ambiental, brindando apoyo y fomentando el desarrollo sostenible. Invertir en programas de educación y capacitación es esencial para fortalecer la autonomía y mejorar las condiciones de vida de los ribereños.

Vivir en una comunidad ribereña, un viaje de conexión y pertenencia, es donde los lazos sociales y la relación con la naturaleza son fundamentales. Es un viaje que nos enseña sobre la cooperación, la resiliencia y la apreciación de las tradiciones, promoviendo un sentido de unidad y armonía que son esenciales para el bienestar colectivo. Esta experiencia implica estar inmerso en una red de relaciones sociales estrechas, donde todos se conocen y se apoyan mutuamente. Existe un fuerte sentido de pertenencia, donde cada individuo es valorado. Esta convivencia cercana y colaborativa fortalece los vínculos entre las personas, creando una red de apoyo que se extiende más allá del aspecto social para abarcar cuestiones económicas y culturales. Se aprende constantemente sobre la adaptabilidad. Las adversidades se enfrentan juntas, fortaleciendo el sentido de comunidad y la capacidad de superar desafíos. Aprender a valorar las tradiciones ancestrales, las historias compartidas y el conocimiento transmitido de generación en generación es parte integral de este viaje. Preservar y valorar estas comunidades es esencial para garantizar un futuro sostenible para todos. Es necesario que la sociedad reconozca la importancia de estas comunidades y trabaje en conjunto para construir un mundo más justo y equitativo.

Foto: Felipe Pires

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